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martes, 5 de agosto de 2014

Microrrelatos del Azar



Drakes domésticos

Eché más troncos al fuego, por si se les ocurría forzar la chimenea otra vez,  y ellos gritaron y rieron felices jugando con las llamas. Eran incorregibles, pero yo disfrutaba muchísimo cada vez que me visitaban. Eso sí, después tenía que limpiar todo el salón de ceniza y disimular las quemaduras de la alfombra para que mamá no se enfadara. Como casi siempre, se despidieron asando nubes de azúcar y cantando  alegres canciones en su idioma para que mi agridulce sensación de poseer un inconfesable secreto, fuera más llevadera cuando desaparecieran por la gatera.


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