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viernes, 20 de noviembre de 2015

Amanece Metrópolis




La noche de los ciervos volantes  (un paso más)
Era uno de esos anocheceres mágicos del verano en los que, mientras la luz se diluye en violetas y naranjas, el calor por fin agoniza.  La banda sonora, a cargo de la familia Gryllidae, acompañaba el impactante vuelo de decenas de Lucanus cervus entre los Quercus robur ; las siluetas de silenciosos quirópteros y Caprimulgus , daban vida al resplandor de la luna.
Resultaba sorprendente la naturalidad con la que brotaban aquellos latinajos de mi cerebro, dado que ni siquiera recordaba mi propio nombre ni sabía por qué me encontraba a esas horas en un bosque. No era menos intrigante el hecho de que mis manos sostuvieran una caja chorreando sangre y una pala.
Levanté la tapa y vi un hermoso persa azul degollado… ¿Sería mío? ¿Sería de un vecino? ¿Sería la víctima de algún sacrificio?
Lo que parecía indudable era mi propósito de deshacerme del cadáver. Así que, bajo una Castanea sativa centenaria, enterré al minino, arranqué una hoja de un cuaderno de campo que llevaba y, tratando de dignificar su tumba, escribí: “Al Felis silvestris catus desconocido”.
Después busqué pistas en los bolsillos que esclarecieran si mi verdadera identidad, presuntamente naturalista, se había entregado al satanismo. O viceversa.
En el superior izquierdo encontré hojas de bisturí y un estuche de sutura y, ¡maldición!, la luz se hizo en mi cabeza. Me había comprometido a capar al gato de Susana esa misma tarde cuando Lidia… palpé el inferior derecho y, efectivamente, allí estaban la invitación a su fiesta y unas semillas de Datura stramonium.

 Mi segunda colaboración en la sección de microrrelatos de la revista Amanece Metrópolis

lunes, 16 de noviembre de 2015

Despojos



Negocios con Mr. Pérez
Vuelven a dejarlos debajo de sus camas, después de haberlos limpiado bien hasta que brillen como les recomendó la abuela. Así valen más. Esta vez estaban bastante llenos de sangre porque, para sacárselos, han tenido que recurrir a sendos puñetazos. Pero las peonzas con luces de neón que venden en el kiosko de abajo lo merecían.

Abriendo los ojos
Vuelven a dejarlos debajo de sus camas, desilusionados. Este año tampoco han conseguido que los Reyes Magos se detengan en su casa a poner algún regalo junto a sus zapatos, ahora ya empiezan a preguntarse si lo de tener que portarse bien no será un camelo.

La colección
Vuelven a dejarlos debajo de sus camas,  perfectamente aparcados,  para que pasen la noche como en un garaje. Pero a medianoche encienden la luz y vuelven a sacarlos para mirarlos otra vez: tan relucientes, tan coloridos, tan perfectos. Todavía no entienden por qué el tío Nicolás los guardaba en su vitrina sin dejarles jugar con ellos.

Nenucos risitas
Vuelven a dejarlos debajo de sus camas, pero ni siquiera eso apaga las carcajadas y tienen que cogerlos de nuevo. Natalia opina que solo se callarán si logran quitarles las pilas. María propone cortarles la cabeza. Acuerdan que la mejor solución es meterlos en la bañera para que se ahoguen. Cualquier cosa antes de reconocer, después de tanto haber insistido en tenerlos, que les da un miedo atroz aquella risa artificial.




Relatos presentados a la semana 9 de la IX Edición de Relatos en Cadena.  (http://escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser/ )

lunes, 2 de noviembre de 2015

Despojos



Falacias
Vuelven a ser invisibles tus intenciones cuando cierro los ojos y solo escucho tus palabras arrollando mi voluntad. Deberían estar prohibidas las voces que encandilan, que arrasan oídos, que roban el alma y enajenan a los demás. Así que decido que no volveré a mirarte nunca, que me quedo con tu música en los tímpanos imaginando que lo que me dices es verdad: que me quieres y nunca dejarás de hacerlo. Pero el técnico del SAMUR me obliga a abrirlos, a escuchar preguntas estúpidas, a volver a la realidad. Y entonces, dolorida y ensangrentada, vislumbro claramente tu propósito de aniquilarme.
Modas terribles
Vuelven a ser invisibles en cuanto se apaga la luz, y eso le tranquiliza. Se aferra a su osito y al consuelo del chupete deseando ser mayor, aprender a hablar y poder decir a sus padres que los Minions, con los que se han empeñado en abarrotar las paredes y estanterías de su cuarto, que estampan sus pijamas, calcetines y biberones, le parecen engendros del demonio dispuestos a robarle la infancia y el equilibrio mental. Mientras tanto, solo puede llorar desconsoladamente intentando que lo  comprendan de una maldita vez.
El vuelo
Vuelven a ser invisibles cuando trato de enseñárselas a alguien. No lo comprendo. Me miran como si estuviera loco, y no les faltan motivos. Pero yo las veo perfectamente, grandes blancas y suaves, saliendo de mi espalda. Aún no he aprendido a utilizarlas, pero cuando sepa volar, todos me creerán. Siempre dijeron que parecía un ángel. Es lo que trato de explicarle al enfermero que me ruega que me baje de la cornisa, porque él tampoco puede verlas. Quizá haya llegado el momento de demostrarles que no miento.

 Conciencia
Vuelven a ser invisibles los recuerdos que ayer me hicieron llorar: una botella de vodka es suficiente para enterrarlos durante algún tiempo.  Seguir adelante no es garantía de que se alejen para siempre, ni siquiera tratar de convivir con ellos lima sus espinas. Nadie me sabe confirmar si la muerte en masa de neuronas será más rápida que la cirrosis. Así que he empezado a mirar mis muñecas como una posible solución definitiva.


Vocecitas
Vuelven a ser invisibles y, sin embargo, las sigo escuchando. Intento avisar a mi madre de que tenga cuidado con el tiesto de la ventana, que se va  a caer encima del gato, pero ella me revuelve el pelo y me manda a jugar a mi cuarto. No cree en las malditas hadas. El gato sí, las intuye y se salva por los pelos de morir aplastado. Pero yo no me libro del castigo por romper la maceta de geranios que ni siquiera he tocado.

Fantasmas
Vuelven a ser invisibles y es entonces cuando su aroma a nostalgia se esparce por el desván. De nada sirve evocarlos con fotos ni invocarlos con la Ouija. Son ellos mismos los que deciden aparecer cuando menos lo esperamos para ponernos la piel de gallina y recordarnos que no olvidan a los vivos, que recuerdan lo que hicimos, que vigilan nuestros pasos y que nos esperan porque, algún día, nosotros también seremos invisibles.

Recompostura
Vuelven a ser invisibles, pero latentes, las ganas de comerte a besos. Vuelven a serlo porque de tanto quererte y desearte se me había quedado cara de angustia y desasosiego. Y eso no puede ser, lo sabes. El guión no lo permite. Así que he borrado de mi rostro la pasión y he pintado una máscara de indiferencia. Solo espero que no te dejes engañar y sepas verme a través de ella.



Relatos presentados a la semana 7 de la IX Edición de Relatos en Cadena.  (http://escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser/ )

domingo, 1 de noviembre de 2015

Autumn blues


“Quise ser yo, también contigo: pero resultaste un bocado demasiado jugoso para mí.
Porque quisiste ser tú, también conmigo: pero erraste al tratar de morderme.
Y ahora, cada uno a nuestra manera, quizá nos arrepentimos de no haber hallado un atajo, sin espinos ni precipicios, que nos acercara sin peligro a la amistad.
Quise ser yo porque siempre lo he sido, porque así me conociste.
Quisiste ser tú porque siempre lo eres, porque así te encontré.
Y ahora, cada uno en su camino, sabemos que no hay vuelta al cruce donde una nube oscura empaparía nuestras sombras”
Levanté el lápiz de la libreta. Las hojas caídas habían empezado a llenarse de gotitas y un trueno amenazó con fundir la tarde en negro. Quizá había llegado a la encrucijada, sola con mis letras, y ahora podría comenzar de nuevo. Solo me faltaba encontrar la melodía adecuada para seguir adelante sin ti.

Relato presentado a la sexta convocatoria de Esta Noche Te Cuento inspirado en el tema 'My way' de Frank Sinatra (http://estanochetecuento.com/02-autumn-blues-eva-garcia/)