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viernes, 17 de marzo de 2017

Amanece Metrópolis

Aprensiones



Era un tedioso ritual, necesario, según la abuela, para conservar los dientes. Así que hacíamos un corro alrededor de la mesa camilla y ella distribuía puñaditos  para que los limpiáramos. El que encontraba más piedras o granos de trigo tenía como premio el mayor trozo de chorizo.
Yo odiaba el chorizo. Tanto como limpiar lentejas.
Así que un día me desmayé de desesperación sobre mi montoncito y cuando volví en mí, tumbada en el suelo con los pies en alto, todos me miraban fijamente con cara de asombro. La abuela, por una vez, se había quedado muda, mis hermanos tenían los ojos como platos, mi madre estaba al borde del llanto y mi padre se atusaba el bigote como cuando había un problema que resolver. Me asusté mucho. Quise gritar que no había sido a propósito, que no había podido evitar perder la noción de la realidad imaginándome que las lentejas tenían patas, se me subían por las manos y me tatuaban todo el cuerpo de lunares. Pero no pude. Porque de repente vi mi reflejo en el cristal de la alacena y supe que era exactamente eso lo que había sucedido.

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miércoles, 8 de marzo de 2017

Hiperrrealismo trágico


Las olas rompen plácidamente contra el faro solitario en el que trato de terminar mi novela. Como en las películas. Quizá  abusara anoche del bourbon, esa bebida de escritores, porque estoy perplejo.
Dejé ayer a Claudia, mi heroína, en una cita con el canalla de Alessandro, por el que tanto suspiraba. Sin embargo esta mañana se ha fugado en un yate con Francesco,  el rico heredero, renunciando al amor.
Pero lo más desconcertante es que ha dejado una nota en la que me advierte que no siga imaginando finales románticos y poco prácticos para mis personajes o  pagaré por ello.
Una nota. De Claudia. Escrita con mi Olivetti.
De repente comprendo que no era yo  el que, en algún frenesí  perfeccionista, atiborraba la papelera de hojas arrugadas. Releo el manuscrito cada vez más asombrado. Marcelo, el mafioso padre de Claudia, ya no está  entre rejas, ni  hay rastro de sus gorilas en el depósito de cadáveres, ni  Bianca, su madre, vive feliz con Giorgio el jardinero (que ahora reposa  en el fondo del  Adriático), sino que ha vuelto con su marido.
Grito al escuchar el motor de una avioneta. En la página 439 han planeado asaltar mi refugio literario.



  Relato presentado al segundo bimestre de 2017, dedicado al escritor y sus personajes, en el blog Esta Noche Te Cuento  http://estanochetecuento.com/hiperrealismo-tragico/

Amanece metrópolis



Ritos tardíos

De nada sirvió el sacrificio de la última absenta. Ni  la epifanía de cristales rotos. Las nubes ya no encontraban árboles que abrazar y la sombra verde había huido para siempre resquebrajando la piel del mundo.








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