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lunes, 10 de julio de 2017

La maleta carmesí



  Era roja y pequeña, con unas ruedas transparentes que transmitían liviandad. Sus cremalleras doradas tintineaban graciosas cada vez que la agitaba. Le bastaba con mirarla e imaginar su contenido: jamás se atrevió a abrirla. Había aterrizado en el Prat desde Cracovia, vía París. No tuvo corazón para dejarla allí, indefensa, dando vueltas infinitas sin ser recogida. Sintió el impulso  irrefrenable de adoptarla.
   Dejó su trabajo y a sus amigos para viajar con ella por el mundo. Planificaba las rutas siguiendo una febril inspiración que no acertaba a reconocer como propia y se apresuraba a descender de los aviones para que nadie creyera que estaba abandonada en la cinta de equipajes.
   Un día, camino de Múnich, un agente de aduana se empeñó en inspeccionarla. Mientras descorría temblando la cremallera, contuvo una inexplicable ira asesina  que solo se disipó cuando el interior quedó  a la vista.
   Ni en sus más locos sueños habría adivinado que transportaba aquello.
   El funcionario, decepcionado tras una detenida ojeada, cerró la maleta y le instó a avanzar en la fila. Él, estupefacto, decidió quedarse en tierra y dejar que continuara sola.
   Aquel extraño y minucioso diario de viajes, escalofriantemente actualizado, sólo podía ser cosa del Diablo.

  Relato presentado al cuarto bimestre de 2017, dedicado a los viajeros y viajantes, en el blog Esta Noche Te Cuento (http://estanochetecuento.com/27-la-maleta-carmesi/)