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miércoles, 1 de noviembre de 2017

A dama do castro

  Aquel jueves los gatos no maullaron pidiendo leche: así supo que algo sucedía. No se oía el trajín de Carmen ordeñando, la cántara estaba derramada y un bulto inmóvil obstaculizaba la entrada al establo.
  José sobrevivió a la distorsión de esa y las siguientes jornadas, a todas las diligencias, ritos, deberes y emociones en silencio. Cuando por fin todos marcharon,  rastreó el último aliento de Carmen y maldijo su capricho de haberle dejado tirado, solo, en medio de la vida.
  Desde entonces, tras el canto del gallo, un tazón de leche con sopas le esperaba en la cocina, los huevos del corral amanecían en la cesta y, mientras él trabajaba en la cuadra, el caldo hervía lentamente, la ropa se lavaba, el suelo se barría y el agua ascendía sola hasta el brocal del pozo.
  José, acostumbrado a no ocuparse jamás de esas cosas, apenas se percataba de tales prodigios, como tampoco le parecía extraño vislumbrar retazos de tela blanca desapareciendo por los rincones.
Lo que sí le maravillaba era que ni el veterinario  ni el maestro supieran darle razón de por qué las andoriñas volaban en círculos sobre su cabeza, vigilándole, cuando abandonaba la casa o salía al prado.

Relato presentado al sexto bimestre de 2017 del blog Esta Noche Te Cuento dedicado a los seres mágicos (http://estanochetecuento.com/02-a-dama-do-castro/)

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